A veces me resulta cuanto menos
paradójico lo desapercibidas que pueden pasar las cosas más elementales de la
vida. Ya lo decía el famoso libro de Antoine
de Saint-Euxpéry : Lo esencial es invisible para los ojos.
Imaginemos pues que a cada uno de nosotros al
nacer nos dan una potente linterna, con la total libertad de encenderla cuando
y como queramos, y cuando digo cómo abarco todas las posibilidades: intensidad,
dirección, duración...
Habiendo interiorizado la idea conviene plantearse varias
cuestiones: aquellas personas que no encienden su linterna, obviamente, no
brillan. Las que las encienden, por ende, iluminan al resto. Y he ahí una de
las principales controversias: el que posee la luz atrae al que no, siendo
capaz de ver hasta su más pequeño defecto pero aún así sintiéndose
completamente maravillado ante tanto esplendor. Sin embargo, a él no lo ve
nadie. La luz lo impide. Ciega. No tienes más que mirar fijamente al sol para
comprobar la ilusión óptica de la que te hablo. El que brilla no es visto por
lo demás. Tan solo es capaz de mostrar destello, y de lejos, porque si te
acercas e intentas profundizar acabas viendo no más que una mancha que te
obnubila.
Del mismo modo y siguiendo la metáfora, dos personas que brillan
jamás podrían encontrarse. La luz del otro acabaría por cegar a cada uno de
ellos, recíprocamente, y jamás podrían llegar a un acercamiento.
Y como espero que así sea, pequeñas mentes efervescentes, os
preguntaréis qué ocurre con los "no iluminados" En realidad, son los
más afortunados. Son vislumbrados por aquellos que poseen luz, y aún no siendo
dueños de una propia, son capaces de despertar curiosidad en aquellos que la
tienen. Y mejor aún, pues en estos casos no hay un sufridor, si dos personas
sin luz se encuentran, chocarán (recordemos que ninguna ha sido capaz de ver a
la otra) y como resultado del choque surgirá la curiosidad, curiosidad que no
irá más allá de la superflua, pues no poseerán ninguno la suficiente potencia
lumínica como para ahondar en profundidad. Y serán felices en su desdicha.
La cuestión es: ¿sale rentable al fin y al cabo nacer con luz? ¿Cuántos millones de almas luminosas habrá a nuestro alrededor y no seremos capaz de verlas por pura física?
Click.

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