- ¿De verdad me crees capaz de hacerte daño?
De lo que no te veo capaz es de hacerme completamente feliz. No porque no puedas, sino porque no quieres. Has podido quererme como loco. Has podido pero no lo has hecho. He ahí la mayor diferencia entre tú y yo, yo lo hice aún sin poder.
Suena duro leerlo pero créeme, resulta incluso más difícil escribirlo, peor aún hacerse a la idea.
Tienes una gran capacidad en tu interior, eso nadie lo niega, pero en vez de aprovecharla al máximo la explotas a tu conveniencia, un poco hoy y mañana el resto, y guardas siempre algo para el día en que te sea necesario.
La libertad de uno acaba donde empieza la del otro, y la tuya acabó hace tiempo.
Creaste una cuerda tal capaz de dar dos veces la vuelta a la tierra, a pesar de que el diámetro de ésta se eleve hasta la inaceptable cifra de 12.756 Km. Me ataste, y con las mismas, sin previo aviso, me lanzaste, a propulsión además, para que tuviera recorrido. Has jugado con ella a tu antojo. Has soltado como nunca antes había visto a nadie soltar ni la propaganda del hechicero que te cura tus menores males, como quien tira el ticket de la compra tras hacer la ridícula adquisición de un paquete de chicles en cualquier supermercado, como quien no tiene afecto alguno por aquello de lo que se desprende. Sin embargo, te he visto recuperarla con tanto afán, te he visto tirar hacia ti con tanta euforia y ahínco que hasta yo misma creí que querías poseer ambos extremos, en uno tú y en el otro lo poco que quedaba ya de mí. Siempre has sabido desarrollar bien tu personaje, desenvolverte como pez en el agua con el guión del momento, eres un hacha de la actuación.
Y mira tú por dónde, que no contento con todo ésto, quieres más. Pides una segunda, una tercera, una cuarta.., he perdido tantas veces la cuenta que ya no sé por qué edición vamos de la entrega.
Eso justo es lo que más me devora cada uno de los pequeños trocitos que me quedan ocultos de dignidad, el saber que aunque lo parezca, esto no tiene un solo pase, sino que aún queda lo mejor, la innumerable parte.
Enhorabuena, sigues haciéndolo bien, aún no soy capaz de imaginarme el final. Pero aviso a navegantes, tengo prisa, y no me termina de convencer el modo de este director de escribir el desenlace, puede que nunca veas el final. Al menos el que tú escribes.
jueves, 30 de diciembre de 2010
miércoles, 29 de diciembre de 2010
Amanece
Durante los últimos meses, despertar ha sido lo más doloroso de las 24 horas que tiene un día.
Al ir a dormir me he sentido protegida, con fuerzas suficientes como para no acabar soñando con él, con la energía incluso superior a la que tiene un enamorado sintiéndose capaz de parar el mundo si lo desease por su amada, solo que yo, a pesar de estar también enamorada, sería capaz de pararlo solo por mí, por regocijarme en mis poderes, o en su defecto, para que él dejase de formar parte del mío.
Y sin embargo, cuento con los dedos de una mano las noches que no has aparecido aunque sea en una milésima de segundo, que me juego el cuello a que ha sido la más insignificante y la menos trascendental que ha tenido lugar en la brillante historia creada por mi subconsciente, pero la más grabada a fuego. Cuando despierto, consigo recordar con total nitidez y a cada pestañeo la posición de cada uno de los pelos de tu barba, el número de cuadros de tu camisa que es mi preferida e incluso la cantidad de gomina que has utilizado esta vez para darle forma a tu indomable y ya conseguida melena.
Amanece. Araño el edredón como si de tu espalda se tratase, en un intento de que me dé más calor, de sentir su abrazo aunque sea el de un extraño, de sentir cobijo aunque sea la más banal de las protecciones.
Es cierto, ha habido un tiempo en el que me creía superior a ti, a ésto y a la mayoría del mundo. Me he sentido especial por ser capaz de con un par de razones bien hechas reunir la entereza para levantarme sin derrumbar el castillo de naipes construido la noche anterior, de sentirme con ganas de vivir, de seguir experimentando, de conocer, he tenido incluso ganas de volver a soñar a ver si era capaz de que no aparecieras esta vez, ganas de reír, de besar, de sentirme querida. Las mismas que hoy me han abandonado, y lo peor, que no sé dónde han ido. Será difícil volverlas a encontrar.
Al ir a dormir me he sentido protegida, con fuerzas suficientes como para no acabar soñando con él, con la energía incluso superior a la que tiene un enamorado sintiéndose capaz de parar el mundo si lo desease por su amada, solo que yo, a pesar de estar también enamorada, sería capaz de pararlo solo por mí, por regocijarme en mis poderes, o en su defecto, para que él dejase de formar parte del mío.
Y sin embargo, cuento con los dedos de una mano las noches que no has aparecido aunque sea en una milésima de segundo, que me juego el cuello a que ha sido la más insignificante y la menos trascendental que ha tenido lugar en la brillante historia creada por mi subconsciente, pero la más grabada a fuego. Cuando despierto, consigo recordar con total nitidez y a cada pestañeo la posición de cada uno de los pelos de tu barba, el número de cuadros de tu camisa que es mi preferida e incluso la cantidad de gomina que has utilizado esta vez para darle forma a tu indomable y ya conseguida melena.
Amanece. Araño el edredón como si de tu espalda se tratase, en un intento de que me dé más calor, de sentir su abrazo aunque sea el de un extraño, de sentir cobijo aunque sea la más banal de las protecciones.
Es cierto, ha habido un tiempo en el que me creía superior a ti, a ésto y a la mayoría del mundo. Me he sentido especial por ser capaz de con un par de razones bien hechas reunir la entereza para levantarme sin derrumbar el castillo de naipes construido la noche anterior, de sentirme con ganas de vivir, de seguir experimentando, de conocer, he tenido incluso ganas de volver a soñar a ver si era capaz de que no aparecieras esta vez, ganas de reír, de besar, de sentirme querida. Las mismas que hoy me han abandonado, y lo peor, que no sé dónde han ido. Será difícil volverlas a encontrar.
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